"La Mejor Oferta" quizás sea la película más sorprendente hasta la fecha de Giuseppe Tornatore. Una obra inteligente y ambiciosa que se aparta un poco de ese cine tan arraigado a lo italiano, apostando en esta ocasión por una ambientación más internacional.
"La Mejor Oferta", como es habitual también en el cine de Tornatore es un homenaje al propio cine. Una historia cargada de referencias cinematográficas, que comienza como un drama con tintes románticos que muy hábilmente va girando hacia una apasionante thriller de intriga, en lo que algunos han visto ese toque al estilo Hitchcock o De Palma.
Tornatore consigue meternos en esta historia donde nadie es quien parece ser, rodada en unos escenarios sin concretar de Italia, que nunca se nombran, pero con unos personajes que hablan inglés en todo momento, llevando al espectador a ese universo imaginario suyo sin despertar la más mínima sospecha.
Virgild Oldman (Geoffrey Rush) es un experto en arte y afamado agente de subastas con gran prestigio en la profesión. Un día recibe la llamada de una misteriosa joven, Claire Ibbetson (Sylvia Hoeks), que desea contratar sus servicios para subastar los bienes de la mansión familiar que ha recibido como herencia a la muerte de sus padres. Claire sufre de agorafobia por lo que nunca sale de la casa ni se relaciona directamente con nadie. La relación profesional entre ambos cambiará totalmente la ordenada vida de Virgild, surgiendo una inusual historia de amor que terminará con un sorprendente desenlace.
Ambos protagonistas comparten una misma forma de relacionarse con el mundo que les rodea, y tras conocerse comprenderán que son dos seres que innegablemente se necesitan. Virgild es un hombre culto, refinado y sofisticado que es un auténtico autista emocional, que ha renunciado a su vida por el arte, que no ha tenido nunca ninguna relación con una mujer pero que siente reverencia por la belleza femenina que plasma en su magnífica colección de retratos femeninos de todas las épocas. Conocer a ese alter ego que es Claire hará que por fin plasme sobre una mujer real sus verdaderos sentimientos.
La interpretación de Geoffrey Rush es inolvidable, cargada de matices que se muestran en innumerables planos de su rostro, que expresan en todo momento la evolución que sufre el personaje, desde ese hombre adusto y malhumorado que aparece al comienzo de la película, hasta ese hombre enamorado y finalmente destrozado sentimentalmente.
La interpretación de Geoffrey Rush es inolvidable, cargada de matices que se muestran en innumerables planos de su rostro, que expresan en todo momento la evolución que sufre el personaje, desde ese hombre adusto y malhumorado que aparece al comienzo de la película, hasta ese hombre enamorado y finalmente destrozado sentimentalmente.
Una película apasionante llena de secuencias memorables y que sobre todo cumple con una de las máximas del cine, que es entretener y emocionar.
Como es habitual Tornatore vuelve a contar con la música de Ennio Morricone, con el que forman uno de esos tandem perfectos entre director y compositor cinematográfico.
Es increíble como Morricone a sus ochenta y tantos años todavía se atreve a innovar, creando una música discreta pero que cumple a la perfección con la mezcla de drama romántico e intriga que tiene esta película. Una música que escuchada sola puede quedar algo desdibujada, pero que encaja a la perfección con las imágenes de la película, creando esa magia que ya es habitual en el cine que han hecho juntos.
Magnífico el tema principal cargado de ese romanticismo tan característico suyo que resulta conmovedor:
Impresionante también el momento musical que acompaña la escena en la que el protagonista contempla su particular colección de arte. Otro de esos momentos mágicos tanto del cine de Tornatore como del maestro Morricone:
Y por ultimo la escena final, una genialidad para ver y escuchar sin parar:
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